sábado, 5 de julio de 2014

LA BALIZA

LA BALIZA[1]

Bueno, fue así:
Viajamos en una casa rodante, sí, inmensa.
Nueve, ellos. Dos, nosotras. Dos camas grande, un sillón cama, y tres camas simples.
Me dormí. Al lado había alguien que dormía también.
Viajamos a La Baliza, una playa. Viajamos en una casa rodante, dormimos en una casa. Soñamos dentro de un sueño, en donde metimos cumbia, quejidos y zumbidos.
¿Por qué estoy tan apurada para contarte? 
Un mosquito constante estuvo dando vueltas, hasta que parecía empezar a dormir y de vuelta, hasta que el rociador y el sueño.
Entonces alguien lloró, no se sabía de dónde venía, ni me lo pregunté, y no lo recuerdo sino porque la que lloraba era la mujer del muerto, y la hermana del asesino.
La noticia del muerto dada al día siguiente cobró sentido al llanto de la noche del mosquito.
El misterio se fue de a poco. Sin vueltas, como los que se desnudan y se ven. Así nada más.
Entonces ese tipo triste que me había encontrado al otro día de haber llegado, habiendo pasado ya la noche y el mosquito, antes de ir a la playa y ver de verdad el pueblo, las 50 casas, la gente saludándose...
El tipo ese, claro que me sorprendió de triste cuando lo volví a ver. Lo había visto caminando por la calle donde más atrás estaban los pescados expuestos, y cuando entré al almacén lo vi otra vez; ah, el tipo triste, dije para mí.
Sí, el pueblo muy tranquilo, hasta que el muerto. Y los de la fiesta de pescadores ya no saben si hacerla de vuelta o si es que no tiene nada que ver, que esto, que lo otro, con los que vienen de otros lados. Que la mar en coche, que la mar estaba serena, serena estaba la mar. O esas cosas.
Una navaja, así fue. En vez de cantar o protestar. Así de rotundo.
Sangre roja, llorada de agua, así se fue una de las ellas del lugar.



Dibujo: Luciana Gamberini

LA BALIZA[2]

I
Los párrafos aparecen sueltos cómo la historia, los datos pertenecen al después.
Se unieron pájaros y vuelo, mermelada y pan, tierra y agua.
Flores para lanzar. Para abajo o para atrás, para arriba, o vas volando con los pétalos que se desprenden y no esperan el proceso natural. Alguien dio muerte, alguien se puso a retratar.


II
Habíamos viajado en el colectivo casa, amarillo y grande. Una cama grande al fondo con colcha naranja, el baño no tan grande, a la pasada, que tiraba agua y todo.
Las tres camas apiladas, espaciadas y largas como lo son todas. Si cerrás la puerta descubrís el espejo que te mira desde antes de la cabeza hasta tu parte más evidentemente sexual. Al costado la heladera.
Si abrís la puerta o si está corrida, hay un asiento cuadrado acolchado de cuero bordó que también contiene el secreto de ser una valija o un baúl. La mesa al medio está fija y es de madera y si no, que lo sea. Del otro lado, otro asiento, sillón, se parece al de alguna tía, bien almohadón.
Las ventanas del costado dan a lugares interesantes que van quedando atrás. O sirven para refrescar. Hay una fija, siempre hay algún pero en alguna parte.
La casa rodante bien redonda. Bien vaporosa. Con nubes adentro, nos movíamos y las cosas también.
Llegamos.

III
En la casa casa había una cama otra cama y un sillón de esos que se hacen cama.
Entonces él se acostó primero, estaba cansado. Las cosas estaban dispuestas así.
Entonces él se acostó en la cama, en la otra.
Ella, ellos se fueron a dar una vuelta, por la playa, por la noche, antes buscaron una linterna y me pidieron algo.
Había un mosquito, antes había habido otras cosas, también me había metido entera a la cama entonces me picaba todo. Me saqué, me destapé, me tapé, no adentro, me puse superficial, o sobre la trama de lo que había, me metí por arriba, entonces ya era la hora en donde la palabra, cualquiera que sea, me empieza a significar de todo, entonces me harías el favor de pensar que a cualquier palabra podés meterle lo que sea.
El mosquito seguía y no paraba, creí que mi sensación era con un poco de imaginación. Sentir al mosquito en la oreja te ilusiona picaduras.
El mosquito se me venía bien cerca de la oreja. Tampoco me picaba. Parecía que deseaba que lo mate, pero no me dio chance.

IV
Llegó ella con él.
Me soné los dedos.
Fui al baño y entonces me miré al espejo y me perdí en el hambre del mosquito, me miré, me miré y me rocié.
Entonces el mosquito, como si nada siguió su rumbo o se durmió o me dormí.

V
Empezó a llorar ella. Sí, no me daba cuenta si era ella, ella o ella. Si una nena, si una chica si alguien si no. Mientras dormía o pensaba que dormía.
Ni siquiera si estaba dentro de algún algo solo mío, de sueño, de imaginación, bueno, digamos algo que suena y y sin mucha interpretación.
Así, llantos de ella.
Así, un mosquito calmo.
Así. No me acuerdo con qué soñé, me desperté con ganas.

VI
El mar. El mar, estaba como decirte a una cuadra y media. Lo veías, si lo ves te atrae. Lo ves y te atrae, el blanco le resalta y es como si quisieras acariciar o apretar, entonces vas a verlo. Llegué a la orilla, sí, vos también llegaste, como llegan todos.
Él tenía una remera negra, no tiene nombre a menos que pregunte, eso pensé o lo pienso ahora que entré al almacén.
Lo había visto cuando salí a caminar, entonces vi mejor el tatuaje del brazo izquierdo, ¿o está en el de la derecha? En el de la derecha. Cuestión, eso por decir palabras, por sonar en la boca. Le pregunté, me contó. Lo descubrí, en realidad después. La máquina de hacer suspender.
Suspenso.
A la derecha. Ahí pasó. Dijo él.

VII
No quedó nada, me dijo, sólo dos mermeladas, un par de galletitas o tortas fritas. Cuando hay concurso se llena y se vacía el negocio. Él me eligió me, deme de frutilla me gusta de frutilla. Tuve ganas también de la de durazno. El mostrador le llegaba hasta la remera un poco más arriba. Pero ya le había visto el jean. El pelo grasoso. Triste.
Quedaban algunas carpas armadas, el camping y el almacén son lo mismo, el pequeño camping, ¿o era un pedazo de espacio para acampar? Pocas carpas, dos o tres. La del muerto, él y ella; esa, no estaba más.
El piso de abajo hacía ruido a tostadas crujientes, sería por las piedras y la sequedad, los vegetales se habían puesto puntudos, cerca de casa casa vi unos parecidos que se habían podido hidratar. De un lado estaba el lejano oeste, en el medio la selva repleta de vegetación pulposa y chorreando y del otro lado los pasos de vaquero.
Sí, es muy lindo, muy tranquilo, muy precioso, muy hermoso, muy blando, tranquilo, confianza, todos, ellas y ellos en el pueblo se conocen, o se dan la impresión de, se saludan.
Ah, pero sí que es un paraíso. Sí, lástima que hubo un muerto, así dijo.
Contundente, áspero y firme. Me miró me miró y me siguió mirando.
Un vecino, un familiar, calculé y le pregunté. No, unos que vinieron de no sé dónde, de ese lugar, donde las líneas de las cañas que les ayudan a pescar pescados se parecen a discutir porque no podés usar un vestido tan corto o porque querés escuchar sí o sí una canción que hizo otro, o porque te impacienta tanto alcohol y la navaja que llevás en el bolsillo no es de gelatina, es de metal.
Ya era mucho o no mucho, el alcohol, o las palabras que desde chicos.
Quién sabe las razones, pero ésas se sospechan: o locura o destino, o código, o el barrio, o la vida; no, es y será la caja de pandora, ese cuento contame, una vez más, por favor antes de dormir.
De vuelta, ese cuento, sí, el mosquito no está. Hay sol y las galletitas con mermelada son muy ricas cuando te despertás.

VIII
Sí; así de simple, así de rápido. De la cumbia al mosquito del mosquito al llanto de la cama al sol, del sillón a la cama, de Charly a una propuesta, al plano de una casa, al plano de un nicho, a comprar más leña, a que soñé si me acariciabas y a lo que me pica.
Los autos que pasan siguen pasando y la sirena nunca se escuchó.
Me enteré que lo había visto porque lo volví a ver.
Adentro de los sueños todo es de gelatina.
En el mundo de gelatina nada pasa, las palabras patinan como la música, como el pelo que se corta y vuelve a crecer, patina como el mar que va y viene, y como ese caracol que se parece tanto al de esa playa y no sé si es el que me traje de allá o de allá.
Todo es el mismo mar. Los nombres y las divisiones sirven para ubicarnos.
El metal te trasporta a otra dimensión, el que se clava para cortar la máquina del todo, o el que suena tenso mientras vos rasgueás, entonces las melodías cuentan un cuento.

IX
Si en todo esto hubo sangre, también hubo calor de fuego, manos que se miraron para saber dónde estar.
Si con la gelatina, si acariciando, si tocando, si escribiendo, si clavando.
Me estoy por dormir, contame un cuento o cantame una canción. Algunos duermen para siempre, otros hasta mañana que sale el sol, y entonces el entusiasmo y los paseos por el bosque humectado, humectados de vida y de aire que se respira en La Baliza.

X
Cantidades: de cantidad necesaria.
Ella: cuatro. Una que canta una que saca fotos una que es viuda una que tuvo un hijo.
Él: uno que canta uno que maneja uno que usa pelo largo uno que es sexy uno que hace dos días que no se baña uno que ronca uno que muere uno que mata uno que tiene un hijo con la que tuvo un hijo.
Mar: uno.
Sol: dos.
Banda musical: Blussy.
Datos: trece ciertos, cuarenta y cuatro inventados en la máquina de conectar piel y corteza cerebral.
Alma: empapada en la certeza de que hay en cada uno de nosotros algo muy especial.
Gelatina: hace falta más, para que nada pase.
Sabor: frutilla frambuesa mora ciruela.
Color: rojo, de sangre.


FIN









[1] Síntesis de un hecho real.
[2] Objeto señalizador utilizado para indicar un lugar geográfico o una situación de peligro potencial. Poesía esmera decir. Una playa, mar. Un lugar señalado.

1 comentario:

  1. "Adentro de los sueños todo es gelatina". Esto es muy lindo, todo digo. Muy lindo el dibujo también. Felicitaciones por este post. Me encantó; y todo se unió...

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