Quizás tenga que
tocar como cuando sola.
Bailar. Soltar y
crear.
Un juego.
Y.
Juego.
Un juego.
Y.
Juego.
Augurio
artesanal.
Ya.
O sola. O sola. O sólo. O sólo.
Ya.
O sola. O sola. O sólo. O sólo.
Cantarina XII
MARÍA PROLOGADA
Pregunta sobre la
locura. Piano. Un piano sin notas. El corazón late fuerte y las manos se
sacuden en una intensidad que es de fuerza no buscada.
¿Cómo dijo que hacía?
Instinto, impulso.
No sabe cómo nombrarse
y empieza a. Y acá.
Este es un libro, el
primero de María Naranja Tomada, que come otras frutas, se suele madurar a solas y lejos y se
disfruta sola. Y la que se planta en cuánto jardín encuentra con ojos vivaces
que invitan a probar, un gajo, dos, y más. Hasta qué.
Desde que olvidó su
primer monedero en el kiosco de Don Julio, suele practicar algo que se lleva
con pies suspendidos, donde algunos ven una cuerda y otros saben nombrarla.
Es una manera de vender
y comprar.
Nada es tan, ni grave,
nada es suyo. Suena una alarma que en cualquier momento para de sonar.
Escribe su propio
prólogo.
María Naranja siempre
prófuga, descarada y sospechada de las señales qué.
Escribió en la pared
donde figuraba la reseña ya borrada la
poesía está en las calles esto:
ACOTACIONES
DE LAS ÁCIDAS
“Me visto de nombres
para escribir piel. Me tatúo las letras y las vuelvo a escupir.”[2]
Sabe a delicada y no.
Como sacarse un moco.
Como escuchar una
canción que vuelve inacabablemente al mismo lugar. Depende enteramente de su
voluntad y no.
Se eleva. Se mueve.
El desafío a la
vergüenza.
“Te aguantas hasta.”[3]
Así María Naranja
según.
Goza de mirar de afuera
la intersección de tramas, les gustan más las que la sostienen de algún lado,
sino irse es el verbo, se trama un agujero y cae, si le gusta es porque hay
plumas, si le encanta es porque abajo, una cama elástica. Le gusta sí. Ya no, es irse.
Sus pies se untan de
recuerdos y sabores. Viciosa. Sí.
Enterada de ojos
abiertos y cerrados.
Sí.
Cada vez: olvida fácil.
Encuentra primeras veces.
Dicen, le dicen, que
sufre de una enfermedad que se denomina con un no en la punta. Se ríe,
se hace la preocupada.
A la inhibición popular
le hace el gesto de adoración, adoración, les pronuncia amén. Y. Y. Burlona.
Noche.
“En un mes en donde tenía
el pelo suelto y gustaba de andar mirando bocas. Donde estaba a punto de
cortármelo, bien antes de.”[4]
Le latió un día de
largos colchones, de lejos, y de frío, de algunos ratos. De baños, de no me
acuerdo si el segundo. Así, bueno… no tan.
Las maneras de hacerse
mujer le atraen, las maneras.
Le encantan los mundos.
Y cuando se van, se
queda sola, se le rompen los espejos y no sabe dónde está. Le sale bañarse de
vez en cuando, si escucha que se prendió el agua del baño. Toma té, si la pava
empieza a sonar.
Cuando hay pisadas de
barro en la entrada, ruidos de puertas, cuando se rompen platos, se da cuenta
que llegó. Como llegando tarde, y no.
Cuando habla. Pocas
voces, sólo gritos o grandes exclamaciones.
Nunca sabe si el agua
es, ¿tristeza o alegría? Ya no distingue. Vive.
Le gusta enredarse más
que mirar vidrieras.
Le gustan los que se
esconden y los que buscan la humedad.
Así Naranja Amarga, la
de la calle, la que crece en la vereda de la chica que tiene los ojos torcidos
y se pasa el día en el auto de su padre.
El padre de la chica de
los ojos torcidos, un tipo prolijo, con la misma ropa de un siempre que
recuerda como una foto.
La mujer del padre de
la chica de los ojos torcidos, versátil, color en el pelo y peinados para
arriba.
“Se los ve tranquilos,
a mi gusto demasiado.”[5]
Al lado hay un viejo
que vende pieles y se molesta cuando lijan un suelo que no es suyo.
No es suyo.
Revoluciona.
Así Naranja Sangre,
roja opaco. Sangre que convulsiona y propulsa.
Así Naranja toma un
hacha y un día por la madrugada rompe con furia la vereda del viejo.
Así nunca, lo piensa y
lo transita.
Más vale, le sale irse
lejos y esquivar miradas.
Le genera quietud el
enojo. Le quita, le pone, in[6], a veces y
muchas se hace.
Cuando le late por
miedo.
Juega a ser.
Las manos, animales que
quieren escaparse.
Cuando despierta.
Cuando pulsa.
Cuando lujuria.
LIMONES Y CORPIÑOS
Cuando María se asusta,
se siente acosada, su nombre se dice en pasos de latidos ligeros y pesados.
No hay historias que
contar.
Tiene ganas de hablar y
le saca punta, y le pone música, y mira…
A las que pasaron por
su. Por algún lado de su.
Entonces.
Sube a un barco, baila
un vestido negro.
En un lugar se mueven,
suavemente, rincones de cómodos sillones.
Mesas que juegan
cartas, bibliotecas y habitaciones bailarinas en celo.
Y se sube a un auto
mientras llueve mucho sobre las sábanas usadas y sobre la chapa de metal.
Y dentro de una lata
gris, duerme el suelo de madera.
Guarda restos en un tequila
en un lugar en un pueblo.
Ninguno: al que ya no
habita.
Y
Nuevo.
Melenas verdes sacuden
el cielo.
Y suele sacar canciones
de su bolsillo.
MANTECA
María Naranja se dirige
a la heladera, saca el pan de manteca. Va al baño, pasa mucho tiempo y cuando
abre la puerta para entrar comienza a cantar de una vez y para siempre.
Y canta así:
No lo puedo creer.
Si hasta recién fue lo
que fue. La manteca se derrite, empieza a llover.
Los gallos cacarean
cuando te ven llegar. Los vestidos se despliegan por toda la cuidad.
Mmmmmm qué hay por acá.
Mmmmmmm qué hay por allá.
Los lunares que se
pintan cuando los mirás.
Jugamos al veo veo,
mostrando los reflejos. La tinta se dibuja y ya no hay más tinteros.
Mmmm, ¿dónde mojas?
Mmmmmmm, ¿dónde apretás?
Me estás dejando
marcas, me vas a explicar a qué juego jugás cuando me mirás.
Mmmmmm, ¿dónde mojas?
Decime ¿dónde apretás?
MENOS UNA
Cuando entra. Portazo.
Viene con cartas de
olvida remitentes.
Venas hinchadas.
Uñas.
En el sillón rojo, se
asienta en la pana a leer tapas fucsia.
Dos sillas solas,
sentadas sobre el piso, una agenda que tiene hojas en blanco. Baldosas que
empiezan a ensuciarse y ya.
Carteras abiertas,
sobres cerrados.
El calidoscopio quieto.
El que multiplica las imágenes petrificando.
Va a girar cuando las
manos empiecen a moverse.
DIRECCIÓN
De las Cartas, de esas
que se escriben con mayúsculas, para que el nombre de autor aparezca, no le
importan las vueltas. Ni esos vueltos.
Sí, las vueltas.
Sí los vueltos.
Sí, sí sabe, si
esconde, si calienta, si se va, si se saca la remera, si pide crema mientras
mirás.
Si se dio cuenta, si
sospecha, si no hay chance, si lo imagina, si le pide, si se ven, si se miran,
si va al baño, si se sienta, si la escucha, si le dice en secreto, si sale, si
el baño, si ella, si él, si juntos.
No más.
Y se puso a hablar de
gitanos, camas revueltas, como cuando jugaba a la casita y era la secretaria
que tomaba un té.
Puros juegos.
Cinco tíos cantando en
un trío.
Olor a desacato. Un
señor canoso de camisa blanca que baila un cumpleaños de 5. Un payaso, divertido, sin.
Ya el olor.
Olor.
Grueso. Verdes. Pelos
sucios.
Se le salen.
Algún rincón, algún
gesto de reconocimiento.
Va saliendo.
Atenta.
Atenta a las letras,
donde se moja la tinta, donde se nota, donde se seca, escalones mentales, a los
cuartos que hay dentro de una camisa, algo de la nariz se cae y sí, de mover.
Precisión.
Bien puntas cuando
anudan hilos.
Unas naranjas se
exprimen.
Un vaso se rompe.
Un plato se rompe. Un
cambio de juego. Con rayitas negras y rojas.
La torta de ayer.
Así.
El teléfono. La
dirección bien escrita, de manera que cuando vaya.
Se crea en.
Mover para.
Decir a.
Tomar eso que.
Ponerte crema en.
Limpiarte bien el.
Tocarte más así.
Se rompe. Se rompe.
“¿Qué significa la x de
una ecuación?”[7]
No cesa.
Licuadoras.
Linternas.
Compoteras y
cantimploras.
Estanterías del bazar
de la esquina.
Un trago de.
Ese extraño cubo
fragmentado de espacios y tiempos.
Caras.
Sorbos de caras.
Lados y caras.
En los días en los que
no escribe, no pinta, se ensucia de repertorios.
Se pudre, se cae al
nacer.
Se pone oscura y se le
apaga la piel.
Se aparece de pronto en
lugares sin sombra.
Rancia.
Espesa.
A punto de morir.
Y la muerte, mirar
quieta.
Y la muerte, estantería
revuelta.
Y la muerte, un vestido
encendido.
Y humo.
Y desnudez y humo.
Revuelve arriba, baja.
Sube. Y. No con todos, con todos.
Nada que no pueda irse.
Vueltas Revueltas.
De la experiencia
novata en cuerpos parecidos. Muy. Parecido.
De la experiencia
novata de llamar con chasquidos.
María atónita con
tapado azul camina por las playas de retiro.
Bien puesta en sí,
colocada y puesta.
Le respira el oído:
“Y no nos gusta tanto
hablarnos y hablo.
Y no nos gusta vernos.
Y nos empezó a gustar.
Y no me acuerdo de su
voz.
Y sus manos ya no son abuela.
Y mi piel ya no es de
mi nombre.
Y mis pies ya no son
tetas.
Y mis números no son tu
lengua.
Y mi calle no es la
tuya.
Es la tuya.
Y tu secreto está a
punto de salirse.
Y lo que respiro son
tus ganas de hacer fiestas”[8]
Maria Naranja se hace
un rodete.
María Naranja se
sumerge.
Colectivo. Parlantes.
Nueve y.
Y 25, sí, sí, y
veinticinco.
Ya no sé, ya me parece ¿qué?,
que es hora.
Entonces la música ya
no puede escribirse porque el anhelo es frio, oscuro y trabajo en el fin de
semana, es el principio del túnel, es la humedad, es el olor al pan rancio, es
un limón en la herida. Arde. Cuando dice que arde quizás ya no arde, y todo se
da vuelta como una página.
Carteles en las paredes
que dicen frases esperanzadoras, que aquietan, que inquietan, más que nada,
dicen derechos, o cosas de ese estilo.
No sé para qué, pero
están ahí colgados.
La frente se le pone
caliente.
Ya no hace falta.
Ya está.
Listo.
Está bien, está bien
así.
Ya son y 25, y podés
llegar, o no llegar. Ya no hace falta decirlo.
La expectativa nos
sopla el viento que nos corre.
Lleva todos los
carteles en sus manos y avanza mientras los rompe, sí, los rompe todos contra
las paredes que avanzan por los costados.
Qué gran excusa usar
letras.
¿Adivina adivinador?
[1] Letras de tránsito calle y vereda, frente a una Escuela de Arte. Dos árboles y una cerrajería.
[2] En la clase de cerámica. Mesa violeta, candelabros. Horno rojo.
[3] Irrumpe María Naranja en el bar de la esquina.
[4] ¡Al pelo! Timbres suenan sonando. Suelta, desprendida.
[5] Susurro en secreto a zeréP (Identidad protegida) en Alpiste.
[6] Prefijo privativo latino que indica supresión o negación, mezcla, posición interior o superior.
[7] Mientras cae desnuda sobre el pasto verde oscuro del parque verde oscuro en una noche azul oscuro.
[8] Le murmura a un pajarito que pasa, para que puedan decir que un pajarito se lo contó y no ella, el pajarito sí. Sí, sí, claro, se lo habrá contado un pajarito.
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