sábado, 5 de julio de 2014

EQUIS






INCOGNITA DE UN REENCUENTRO
  

A
Alguien percibe que ha dejado a alguien un poco más suelto, el recuerdo es como una tela que se mueve con el viento; y entonces se olvida todo por ahí, y la cabeza, o más bien los ojos se ponen en los dibujos que se esfuman, se condensan y se vuelven a disolver.
Alguien sobrevuela a unos veinte centímetros del suelo y no cae a ninguna superficie, siente que vuela y que todo puede volar también o salir despedido fácilmente a otro lugar.
Alguien ha empezado a idear cartas sin tener a quién, piensa que lo mejor que puede hacer es escribirlas sin tener que mentir. Hay buzones que no preguntan de quién ni para quién.

B
Al Correo llegó una carta que tiene una equis, no solo en quien la envía sino también en el remitente.
Una cosa muy extraña, el cartero andaba en la tradicional bicicleta, cuando se encontró con este caso miró para los costados.
Abrió los ojos como para ver de vuelta, se preguntó si lo que estaba viendo era real. Al ojo derecho se le despegaron esas pestañas que seguían pegadas. Se escuchó el sonido de la separación, como una caricia pasó la mano por el papel.
¿Qué hubieras hecho vos?
Miró las casas, era de mañana, casi todas tenían jazmines en la entrada, plantas con flores de colores. Todas similares y especiales, bien regadas. Andaba por ahí porque todas las mañanas después de las frutas y el jugo, salía a repartir. Le había tocado ese destino, todos los días desde hacía 4 años.
Se parecía a un barrio cercano a la estación de colectivos de la Ciudad de Tandil. Tan sencillo como recordar o creer que en lugar de Tandil, podría haber sido Tontudir o Talacontri, Tuirubua, Tinterilio, Tengruta, cualquier palabra que se hubiera parecido a un lugar.
Estaba en esa ciudad y no en el mundo entero. Alguna pista podría encontrar.
La carta era muy poco específica.

C
Entre tanto una señora que pasó por al lado, le comentó al cartero que había perdido las llaves. En el camino, desde donde cerró hasta cuando fue a abrir.

D
Me imaginé un gran cierre.
Se había puesto tenue todo de repente, y las puertas de las casas se abrieron, quizás el marido de la señora esté yéndose a otro lado ahora mismo. No sé. Es solo una impresión.
O quizás haya encontrado esas llaves, o quizás se esté acordando de mí.
Pero, y esa carta, ¿cómo hacer? ¿A quién?
Un gran cierre como los de las camperas, bien celeste como el cielo, como si uno pudiera estar de un lado y de otro, del cierre y del cierre.
De cualquier lado que uno esté hay algo que no se ve.
Una incógnita por todos lados.

E
El cartero sospechó el contenido de la carta.
Confesiones del sonido de una hornalla.

EH
Me digo que esto es una necesidad y no me lo creo. Cuando la abrí casi me incendio. Nada es tan necesario como comer, y las otras dos acciones que empiezan con ce.
Digo que quiero esto y no me lo creo. Nunca pensé en ser yo, debe ser la oportunidad o la ocasión, nunca quise adueñarme de nada ni nadie, pero debe ser la ocasión o la oportunidad. Todo puede darse vuelta de un momento a otro.
De pronto me encontré en la oscuridad que hay dentro del caño de la hornalla, confundido, entre los gases que hacen que por arriba y por algún lado candente me ponga a ver de imaginar.
La ventana está abierta, hace frio, el camisón de corazones celestes se ve como un camisón celeste de corazones. Al fin y al cabo así se hace, ¿no? Si se mira adentro de una carta también se mira por las ventanas. 
¿Qué es interesante? ¿Para qué el encuentro con el otro?

Dibujo: Luciana Gamberini


F
Es como si estuviera transcribiendo, quiero decir que alguien escribió y otro recibe, pero en el medio el cartero, yo, los ruidos de la calle suenan y se van, no se escuchan puertas que se abran, o se cierren. Busco la referencia del cierre celeste, pero todavía es temprano. Y el celeste sigue naranja. La noche entera dando vueltas. Las ruedas hacen ruido a papa frita sobre la calle.

G
Tuve la necesidad de cambiar una a, poner una e, un alguien por un yo, un otro por un vos, porque es la regla de la correspondencia. 
Desde acá se huele el perfume.
Siempre entre lo que se puede y no, lo que se debe y no.

H
No sé de quién sería lo que estaba dentro de la carta, casi todos tenemos alguna noción de lo que nos provoca latidos fuertes en el corazón, pero el rojo, ese que viene, ni lo sabe el cartero que lleva cartas, ni lo sabe nadie. Ni siquiera las palabras que pretenden ser el cuerpo que nombran.


I
El cartero no cree en las palabras. O cree tanto, que piensa que las palabras no están hechas de letras que sobresalen del vacío. Sospecha que las letras tienen algo que está entre el estar y el no estar, latir y no latir, ahí bien el medio, moviéndose como lo hace el hielo del Calafate, o todo lo que se está moviendo por la constancia universal.
El cartero cree que todo, todo, todo el tiempo se está moviendo.
Hace canciones mientras lleva las cartas.
Desde que le llegó esa con la equis, se dio cuenta que comprendía el estado de las cosas, pero que algo así le generaba una exagerada conmoción, una cuestión era encontrar la ley de las cosas, o levantar la mano para tocar las hojas que perderían su existencia apenas doblara en la esquina o bajara su mano, y otra: andar descifrando sin ni una pista.
No nombre, no rostro, no nada.
Pero, ¿qué? ¿No hubieras hecho lo mismo?

J
Ella, un lobo y una tortuga con el caparazón bien duro. Ella, un macho dando a entender su valentía, o su despreocupación por detalles que se pierden o se ganan. No le importan las tachaduras.
La carta, ella de un lado y del otro.
Su tez tan blanca, pero tan blanca.
No tiene cobertura.
Si fuera de chocolate me la comería, pero es blanca y me dan ganas de pintarla o llenarla de palabras.
Pero no, es blanca como la leche pura.

K
Él me activa como los animales que ven una presa.

L
La chica salió de la puerta azul, usa un tapado rojo, abajo parece tener un short y los lentes, un marco del mismo color, el lente oscuro no me deja ver.
A mí me picaron las orejas, quizás a partir de ese momento algo iba a cambiar.
Era muy fácil poner una dirección, ahora que había visto el tapado y la puerta azul.
El camisón estaría en el canasto del baño, tirado sobre la cama, hecha o por hacer.

MMMMMMMMMMMMM
Listo, entró, pasó, de este lado ya no hay nada, del otro hay una carta. De vuelta el cierre celeste.

ENE
Algo así se produce en el momento que se cruzan, el cruce quiere decir algo, qué, ya cuando se nombra, se abre y se cierra a la vez.
Una equis es un molde en donde entran un montón.

OH
Está dele llover afuera, constante. Desde temprano. La motoneta en el garaje. Había pintado hacía dos días la puerta de azul y un arco iris con palabras.
Además, había en la puerta tantas ganas de abrir, la equis estaba tachada con el nombre de mí, vos, o creí que era para mí, aunque no dijera ninguno de mis nombres adentro, o sí, y de pura casualidad.

P
A mi nombre lo empezaste a decir el día que te miré a los ojos y lo repetí varias veces, lo clavé con la chinche mental, te clavé mi nombre, no hay sangre porque sos de madera, o de goma, o de plastilina, todo blando así como estás.


QUE
Un día me dijiste que te parecía que no te ibas a olvidar, que la dirección era como saber del lunar de mi espalda. Sabías llegar.


X
Sabés llegar.

Y y Z
Al fin y al cabo todos nos podemos enamorar. Sólo hay que decirse algunas palabras y ya. Sentir que son para uno y ya. Sentir que uno las hizo y ya.
Llegaron más cartas con x en todos lados, nos empezamos a divertir haciéndonos los correspondidos. 







No hay comentarios:

Publicar un comentario