El amor que se enamora encuentra regalos en lo que le
viene porque quiere darse.
¿Cómo entrarían todos los pájaros, la falta de necesidad,
la saciedad?
La pileta se llena con una manguera verde y rayas, una
gruesa una fina una gruesa una fina. Es larga o no tan corta. Y llena la
pileta, tamaño cama grande.
Se llena de a poco, se llena, el agua avanza.
Hay unos cuentos, papales dentro de la pileta, la tinta
se destiñe pero sigue la escritura de lo que dice.
La pileta se llena y está casi llegando al tope, rebalsa,
el agua se sale por los costados, y la tierra que la sostiene entra dentro de
sí el agua que la oscurece y le profundiza el olor. Tierra mojada, bien mojada.
Una vez me dijeron unas palabras que se me clavaron en la
parte de la cabeza, o me activó una señal, el
espacio sináptico se parece bastante al del día anterior y al del día
siguiente.
Como quisiera que me mires, pero que me mires profundo,
que quieras mirarme y seguir mirándome y no que hagas ruidos feos, y sí que
quieras verme, y también acariciarme o que quieras que te acaricie, que
aprecies toda la belleza posada como un don, que sea yo de una vez y para
siempre.
Y basta, y en paz[1].
Y si no, y no querés, y ya no. Entonces cuándo vas a
decirlo, y cuándo yo voy a saberlo. No te pregunto. El silencio se rellena, o
no se llena, ni como la pileta ni como nada
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