(Sonido
de trompetas)
Abro
una escena: el silencio sirve para escuchar.
Cuando
hay silencio de palabras; un pizarrón que se borra, renueva y limpia.
Hay
frases que se quedan grabadas. Pintura fresca para pintar.
Existen
tres silencios desde que nací.
Hay
uno que tiene gusto a puertas cerradas, cintas embaladoras que tapan todos los
huecos, papeles que recubren, elásticos bien tensos, silencio apelmazado,
silencio que enuncia lo siguiente: hay palabras que lo nombrarían, asusta, hace
frío, de eso se sabe pero se lo quiere congelado. Es el silencio de peso
plomada, para abajo sin para qué, en éste no hay mariposas volando.
Hay
otro que es el silencio de los que se acomodan, que se ponen cómodos uno con el
otro, cómodos y además sostenidos por el mismo silencio que los hace sentir más
a gusto todavía. El silencio que está relleno del cuerpo que satisface al estar
callado. El silencio que promueve, que deja observar todo lo que está por fuera
o por dentro, pero no el medio, no la representación de las palabras, se
mira, se palpa, no se dice. Se respira, se huele, se bebe. Sentidos que no
articulan traducción.
El
que está cuando hay qué gustos elegir, entre sambayón, frutilla y crema del
cielo. En silencio, unos marcan con el dedo.
Aire
callado, aire de verano.
Silencio
marroc. Dulce y suave.
El
otro, el que queda de los tres, es mentiroso, que mientras escucha dice que no
escucha.
Elástico
del que va y vuelve. Incógnita, el símbolo infinito está metido en alguna parte
de la ecuación. Misterio que evita el revelado. Es la fotografía dentro de la
máquina, cuando sólo es una especie de pensamiento, es el plano de una casa
futura, la tintura en la cabellera de la señora esperando el proceso de
coloración.
No
aburre, te pone nervioso. Lleno de ansias.
Se
lo escucha enroscándose. Porque se sabe que hay algo, algo que está por pasar.
El
sonido de las vueltas es lo que se escucha cuando hay silencio del que se
escucha. Suena a trompetas de inicio. El momento previo al lanzamiento desde un
trampolín a una pileta que se ve chica desde ahí. Es alguien que gana en un
maratón y con su llegada se desliza la cinta que lo pronuncia. El salto que un
jinete logra con su caballo, es la valla que se traspasa. Es cuando la bola se
dirige a los palos, pero no es caídos, es
cuando están torciéndose al suelo, a la fuerza que los atrae para abajo.
Se
están preparando las alfombras, para salir, para soltar, para dejar, para pasar.
El
silencio que clama por el exceso, la cantidad que le pone a retener
las palabras.
No hay comentarios:
Publicar un comentario