domingo, 12 de octubre de 2014

AMOR O




AMOR  P R I M E R A    P A R T E
                                                                                                                                      
CERO
El cero es fundamental, es como si mostrara que a partir de ahí hay para delante y hay para atrás. Marca un hito en la historia de cualquiera. En este caso antes de uno hay. Hay nacimiento y hay amarillo, hay pollito con plumas suaves y hay valija con pinturas y hay algo que emana de donde todo. De otra forma no puede llamársele al cero que no nos dice nada y nos dice: inicio, cielo y tierra.
Un pedacito nos indica. Lo que importa es que el humano nació para jugar y representar, arte. Y parece que a intervenir.

I
Esto parece cierto, siguen dos puntos y viene todo lo que sigue. Si pongo tu cara delante de esta hoja para qué escribir. Entonces la borro, la dibujo, la saco, la recorto, la hago hablar, la interpreto. Tu cara es lo que más me gusta. Tus movimientos. Me gusta lo que sale efectuado. Me gusta cómo suenan tus manos, cómo suena tu voz. También me gustan tus palabras. También me gustan las que no decís. ¿Podés creer? También, no es que seas una sola cosa.
¿El amor se mide por cantidad de deseos de acercarse, cantidad de preguntas? ¿A una cara o en una hoja? A veces uno se enamora de un proyecto, de uno mismo o de otro. Funciona así: Moles y Rohmer [1] dicen que el espacio mide, hace a las cosas.
El amor se crea de los espacios que quedan marcados, rutas,  letras, registros de llamadas, mensajes, cantidad de veces que unas letras suenan por sobre el resto de las que no suenan, etcétera, etcétera, etcétera. Por eso los dibujos de corazones, los films, las canciones. El amor no precisa del mismo espacio. El amor representa y en ese camino delimita, deja hecho.
Ninguna pregunta resuelta en pregunta. El amor repercute.

II
Un día hubo un enviador.
Mientras, collage, hay tijeras de plastilina, siempre de plastilina, quiero decir que hay pinceles, hay tirones y  hay pegamentos y hay papeles de revista, y hay voces que suenan desde cerca y desde lejos. Ahí. Hay latidos. Querer entender es estar buscando.
El enviador llamó. Hizo su propuesta de espacio y tiempo.
El tiempo es algo que se desvanece. Es y no es. El espacio es el espacio. Espacio espacial. Lleno de lo que sigue y sigue.
La conversación fue así:
¿Qué hacemos? ¿Nos vemos? Dijo. Volvió a decir él.
La vecina que se entera de todo, escucha que hay un chico que pronuncia sin cesar quiero verte.
Yo respondí y le conté del gato. La vecina escucha todo. Grita ahora, no grita, la vecina habla tranquila pero es que tiene un megáfono violeta. Es tan lindo el barrio que la vecina. Ahora cuenta a todos: hay un chico y ella sigue hablando del gato, que le puso un collar con una campana de color lilaaaaa, le queda bien porque es griiiiiis
Típicas interferencias.
¿Qué hace la vecina metida de vuelta? Se entera buscando público. 
Me encanta el lila y el gris, te deben quedar bien, dijo el chico.
Lo dice o lo escribe, pero lo dice. Me gustan los gatos, me gustaría ver a tu gato. ¿Querés que nos veamos? Él de vuelta.
Otra vez insiste, y me imagino una carrera de caballos y me gusta el negro que brilla y va rápido. 
A mí me pasó algo. Llueve, llueve mucho. Algo que perdí, algo hermoso. ¿Hace falta decir? Se me vio el hueco y me quiso abrazar.

III
Amor
A mi tío se le cayó un diente.
Cayó, y al instante se le clavó con chinches y abrojos la palabra evitar. Pidió que lo evitaran o se hizo evitar. ¿Para qué el desastre? ¿Para qué el olor?, se preguntaría el tío. Y yo me respondo: por el honor al espacio. Porque lo que vemos nos importa. Pero el love encuentra belleza en lo que falta, ¿de dónde saqué eso? Lo leí, seguro en algún lado o me lo dijo mi mamá cerca del recuerdo de verla pintando o de que no coma cosas del suelo. O que ya es hora de sacarte los pañales, dijo la abuela con fuerza y apostando a mí, se me bajó una lágrima y me pusieron una bombacha rosa que ni una gota de pis.
El hueco, el amor y el hueco se llevan bien. 
El espacio también convive con la  distancia.
La música dura mucho adentro mío cuando amor.
Según su definición cala más hondo en la sensación.
Lisa y llanamente nos hacemos el cuerpo.
Voy a hacer un experimento. Ya te vas a enterar.

IV
Todo es de gran interés o lo vuelve interesante, y lo vuelve posible, lo hace así, simplemente me da.
Yo estoy en la cama tirada arriba, no adentro del todo. La luz es roja y escucho una chica que canta estilo country.
No tengas tanto miedo que todos hablan al pedo, eso dice en el libro nuevo que tengo.
En la canción suena la palabra amor seguido. Como si fuera la gran intriga. ¿Qué hacer con el amor? Y antes: qué es, cómo se lo trata, cómo se lo da, si también es su contrario, ah, porque si el amor es entretenerte, entonces nunca es odio ni olvido, sí, eso es lo único que no es amor.

Crsss crssssss crssscrrrrssss. Hace ruido el aparato o lo que se mete dentro del aparato. El  ruido me separa, me hace doble. Siento que hablo solo. Tengo sueño y frío.

V
El amor que vos das es igual al amor que recibís.
A partir de acá no hace falta aclarar que se entremezcla.
Me hace ruido me hace ruido me hace ruido. Entonces voy corriendo derecho y seguido, a imaginar las herramientas mentales para disuadir el ruido. Entonces le envío una caja llena de espuma con caracoles adentro. La necesidad de mirar a los costados para ser reconocido, nombrado. Soy amor. ¿Quién soy amor?  Queremos decir sólo que sabemos. Sólo eso. Las palabras ocupan espacio y lo hacen.
Mejor el mar, los caracoles, la espuma, todo eso.
Pienso como una loba que no quiere perder la carne que está por comer.
No te asustes. El amor no tiene dientes que puedan desgarrar, el amor busca porque quiere envolver, quiere recubrir, acobijar.

El amor como un sol, como el cero que empieza. Nido, rincón. 



Dibujo: Luciana Gamberini
................................................................
[1] Moles, A y Rhomer, E. Psicología del Espacio. Editorial Ricardo Aguilera. 1972.

MARÍA NARANJA VERSIÓN DEL INICIO



María Naranja ahora es espesa y contundente. Ya se cansó de las papas noisette y del crochet. Ahora une palabras porque le suenan bien.
María Naranja es un invento como es la fibra que está acá al lado, la billetera y el billete de adentro. Es una idea, es alguien.
María Naranja toma whisky aunque no le conoce el gusto. Toma cuando le sirven.
Toma igual.
Un día Naranja se descubrió del todo, se acordó de mapas que ya estaban escritos, miró y dio sus apreciaciones.
Los arboles torcidos estuvieron en su mejor posición.
A María le gustó subirse a uno de ellos y trepar.
Un día encontró una naranja, se sentó en la rama y empezó a chupar.
El sol salió y le dio una intensidad tenue. Casi se hacía de noche y María Naranja comenzaba a bailar.
Corrió lento y miró los peces.
Vivió en parques silvestres donde se la quisieron comer. ¿Para qué?, se preguntó un día, habitada por la gran expectativa.

Desde ese tiempo trepa tres arboles por día, succiona y encuentra el jugo que la fundamenta.




Dibujo: Luciana Gamberini


GUIÓN




I                

¿Cómo se hace? No sé.
Supongo que alguien le dice algo al otro, y así empiezan.
Dos chicos comieron una mandarina [1] y se miraron un largo rato.

Desgajan la mandarina mientras se ve cómo abren y cierran los ojos.
Perfiles de frente.
Comen la mandarina.
Después, cuando ya terminaron de comer, giran los pedales, se ven zapatos, dos pares siempre y se ven unos de un color y después de otro.
No se llega a ver la cara de ninguno, sólo se los ve rodar. Son ellos y podrían ser cualquiera.
Se ven globos, bien enteros, se ven sus partes redondas volando por el cielo, se ven sus bordes, se ven transparentes y llenos de aire.
La luz los refleja, la luz nos encandila entonces fruncimos los ojos, y los volvemos a abrir grandes, bien grandes para ver por dónde vamos ahora. Somos y son puntitos en lo celeste.
Vamos en los globos, viajamos instantáneos, livianos, casi invisibles, para ir a cualquier lugar, llenos de aire, por donde nos lleva el viento. De pronto nos acercamos y al instante nos envuelve la lejanía, imperceptiblemente cerca.





Dibujo: Luciana Gamberini 



I BIS

La gestación de un encuentro, dos que se miran, dos que comparten y comen de lo mismo. Dos que pedalean. Dos que llenan globos con su aire, dos se dejan ir en lo que dan. Dos que quedan a merced de lo incalculable, lo que viene dado, dirigidos por el viento que los excede, se acercan y se alejan queriendo y no. Dos que se vacían y vuelven a ser. 






[1] Una mandarina o cualquier cosa compartida.


Pistas de audio: José de San Martín - Como piedras. Marina Fages y Lucy Patané.


DESDE UNO DE LOS POLOS



I
El escritor se quedó en silencio.
Se había despertado con ganas de comer sándwiches de miga primavera: lechuga tomate queso y jamón.
Antes había leído sobre la gravedad y había escuchado el tema que hace Don Bunker. Había enloquecido en el baño creyendo ser él.
Antes había estado hablando sobre ocupaciones y cosas aburridas, sólo por querer contactarse con otro.
Después había vuelto a escuchar esa misma canción, y recordó que antes había creído que reconocer algo conocido le daba mucha satisfacción.
Había tenido calor y las manos hirviendo. Sus palmas se habían revuelto en el agua.
Ahora escuchaba atento el punteo.

II
Transpiró. Es verano. Desde hace unas horas es verano.
Está con la boca cerrada mientras sigue teniendo calor.
En silencio se acerca a la ventana y ve cómo brillan las luces de navidad.
Los autos pasan, el calefactor hace ruido piloto, y nada se le viene a la cabeza. Espera atento la aparición de alguna idea.
Revisa el teléfono esperando alguna sugerencia, desea que le cuenten alguna historia, que le pidan; ilusiona ponerse a copiar.
Corre la cortina, los sweaters están amontonados en un costado.
Abre las ventanas.
Sale al patio, riega el malvón.
Mira a los lados y el piso blanco liso de nieve. Sólo unos trajes naranja a lo lejos. Nada más. Un campo cristalino y estridente. La Antártida o un desierto blanco.
Arriba está celeste grisáceo, y el sol pasa entre las dos tonalidades. No llega a ser lo amarillo que es.
Está quieto, tiene unas hojas en la mano, las sostiene tan suave que caen. Desciende en su búsqueda y ve que sus pies comienzan a derretir ese suelo blanco nieve, se hunde despacio, se da cuenta, también, que ya no lo sostiene. Se da cuenta que para escribir necesita que algo le pase. Se da cuenta que la palabra también se escribe después de decir alguna primera cosa para hacer referencia a que se repite esa primera, pero no le importa nada de nada. El escritor quisiera olvidarse de todo, o solo cantar, quisiera saltarse las reglas, desconocer y no volver a recordar.
Después de hundido escribe que el suelo no lo sostiene, etcétera.
Se derrite cuando está a punto.
Que algo le pase significa venírsele encima o chupado por un océano, bajo la superficie que lo inunda ahora que el agua le llega a la nariz.

III
Otra vez, pero otro tema, ahora suenan las algas al pasar y también recuerda otra melodía de Don y vuelve a jugar a que es él, entonces aparecen las cámaras que lo filman, porque ya lo consiguió.
Y ahora lo buscan.
Escribe historias desde el fondo, es escritor, cantante y guitarrista y las cámaras lo captan.  

IV
No poder escribir fue lo más grave que le pasó al escritor, le pasaba cuando no le salía abrirse ni un poco, una boca cerrada llenándose lento a montones de palabras comidas.
En los buenos tiempos, se desvanecía ante sus propios ojos, para volverse frío abierto y amplio, llano, inmenso, se dejaba crecer y volvía a desaparecer.
Iba y volvía, salía al patio, a la vereda, admiraba el malvón. Se miraba la nariz, cada detalle con detenimiento.
Se miraba al espejo.
Perdía el tiempo.
En la otra cuadra construían una casa. En la otra cuadra había dos conociéndose.
El escritor creía que el romanticismo o que la compotera, o que las papas fritas. Le daba lo mismo.

V
Ah, el escritor.
Despoblado. Un monte sin árboles. Raso de cielo. Grande y fértil, hectáreas de potencia vegetal.

VI
Las luces de navidad siguen titilando como de costumbre.
En la madrugada el escritor se despierta con una historia entre medio.
Se levanta con esmero y entusiasmo, se prepara, va al baño, se mira se lava los dientes se lava la cara se lava las manos se lava los pies.
Es verano, piensa, apaga el calefactor y sale a buscar frescura.
Por fin, como hizo la madrugada anterior, come duraznos en almíbar.
Por fin, enuncia el escritor, por fin.
Lleva unos duraznos a la mesa y escribe.
Después, llama Epitelial a su poema.


Su piel es suave
Natural y sencillo,
Cuando le paso la lengua sigo creyendo:
Suave de acá hasta acá.

Sus curvas esconden un misterio giratorio.
Un revés que da vuelta.
Mi lengua se entrelaza en el metal plateado [1] y su carne tierna.
Duraznos. Almíbar.


Y el escritor vuelve a mirar a los costados y vuelve el desierto blanco y los trajes naranja que se ven a lo lejos amontonados de a tres o cuatro.
Está sobresalido del frío que hay. Congelado todo para afuera.
Entra al iglú.
Cuando logra que pase, el color chorrea el calor que lo consume.
El problema: fuego-hielo.
Mira por la ventana y ve que las hojas que acaba de escribir quedaron ahí y buscan entrelazarse con el suelo blanco que las introduce, que las hace homogéneas a su trasparencia.
El escritor sale con el mismo esmero con el que se despertó.
Corre entre el viento gris celeste e indiferente, agarra las hojas que chorrean. Entra y las transcribe en el hogar primaveral.
Sale al patio y riega el malvón.
¿Es verano, primavera? Se siente apurado, se desgrana de a poquito, se consume, se incendia, se destiñe.
Un termómetro se ensancha y se comprime.
Y el escritor descubre que quiere nadar. 






Dibujo: Luciana Gamberini 

El agua sostiene cuando el escritor hace la plancha, lo envuelve cuando baja al fondo. Su boca se seca de tanta humedad que hay fuera y quisiera tragar.



[1] Un arito en una oreja, una cuchara abriendo un durazno en dos.