domingo, 12 de octubre de 2014

NADIA



EL CHICO DE LA GUITARRA

Esta es mi guitarra, o sos vos. Y la toco así, y la estiro hasta que ninguno de los que estamos podemos creer. El vecino toca la puerta y es que quiere venir también. No podemos dejar de ver y de mover adentro, lo que tus manos, que adoran a la chica, nos muestran, entonces no ponemos ningún punto más entre vos y yo. Vos sos mi guitarra te digo soy quien la toca también. Las letras que te escriben salen de mi garganta queriéndote buscar, porque el sol que tenés dentro.





ROSITA




Soy Rosita. Hola.
La parte de adentro se me cambió.
Antes de que existiera lo que empieza a existir tenía otro adentro, y lo que ahora me sale, mi calor, lo que ahora ven mis ojos, no reflejan lo que estaba, porque lo que estaba no tenía adentro lo que ahora sí.
Apareció una verdad.
Un algo, lo que queda dicho.
Una impresión.
Una sensación.
Una referencia.
El contenido de un sueño.
Lo que logra estimular.

Algo que es para vos y no es para vos.
Algo mío.
Algo tuyo que ahora mío, porque antes ni tuyo ni mío. Antes nada o los ojos cubiertos de lo que la compleja existencia deja mirar.
Apenas empezó el invierno empezó el verano.
Los senos descubiertos.
La suavidad redonda.
Dicen que soy graciosa, que me densifico en el silencio.
Hay olor a primavera por momentos, me dijeron hoy, que los emano, porque soy rosa, clara y suave.

Lo que es muy chiquito se hace grande, tiñe de todo al todo. Impregna.
Una ráfaga azul que despierta, se adueña de una manta que sirve para calentar.
El punto de contacto. El encuentro en sí. El hecho, lo que es y lo que se interpreta. El estímulo y el sentido.
Si todo es un invento empalagoso, no sé lo que tengo pero lo tengo y ya.
Rosita Rosita, me susurran al pasar.

No toqué el horizonte donde me he de anclar.
El agua espesa chorrea por todo el lugar.
El agua aceitosa y pesada me empieza a arrastrar.
Un giro, un cambio. Llena.
Soy Rosita, hola.

Sí, adelante, ya podés pasar, ya podés mirar, ya podés tocar. 



Dibujo: Luciana Gamberini 



TENSIÓN


Alargar.
Estirar.


SILENCIOS


(Sonido de trompetas)

Abro una escena: el silencio sirve para escuchar.
Cuando hay silencio de palabras; un pizarrón que se borra, renueva y limpia.
Hay frases que se quedan grabadas. Pintura fresca para pintar.
Existen tres silencios desde que nací.

Hay uno que tiene gusto a puertas cerradas, cintas embaladoras que tapan todos los huecos, papeles que recubren, elásticos bien tensos, silencio apelmazado, silencio que enuncia lo siguiente: hay palabras que lo nombrarían, asusta, hace frío, de eso se sabe pero se lo quiere congelado. Es el silencio de peso plomada, para abajo sin para qué, en éste no hay mariposas volando.

Hay otro que es el silencio de los que se acomodan, que se ponen cómodos uno con el otro, cómodos y además sostenidos por el mismo silencio que los hace sentir más a gusto todavía. El silencio que está relleno del cuerpo que satisface al estar callado. El silencio que promueve, que deja observar todo lo que está por fuera o por dentro, pero no el medio, no  la representación de las palabras, se mira, se palpa, no se dice. Se respira, se huele, se bebe. Sentidos que no articulan traducción.
El que está cuando hay qué gustos elegir, entre sambayón, frutilla y crema del cielo. En silencio, unos marcan con el dedo.
Aire callado, aire de verano.
Silencio marroc. Dulce y suave.

El otro, el que queda de los tres, es mentiroso, que mientras escucha dice que no escucha.
Elástico del que va y vuelve. Incógnita, el símbolo infinito está metido en alguna parte de la ecuación. Misterio que evita el revelado. Es la fotografía dentro de la máquina, cuando sólo es una especie de pensamiento, es el plano de una casa futura, la tintura en la cabellera de la señora esperando el proceso de coloración.
No aburre, te pone nervioso. Lleno de ansias.
Se lo escucha enroscándose. Porque se sabe que hay algo, algo que está por pasar.
El sonido de las vueltas es lo que se escucha cuando hay silencio del que se escucha. Suena a trompetas de inicio. El momento previo al lanzamiento desde un trampolín a una pileta que se ve chica desde ahí. Es alguien que gana en un maratón y con su llegada se desliza la cinta que lo pronuncia. El salto que un jinete logra con su caballo, es la valla que se traspasa. Es cuando la bola se dirige a los palos, pero no es caídos, es cuando están torciéndose al suelo, a la fuerza que los atrae para abajo.
Se están preparando las alfombras, para salir, para soltar, para dejar, para pasar.
El silencio que clama por el exceso, la cantidad que le pone a retener las palabras.




sábado, 5 de julio de 2014

GALAXIA




I

Del color del fuego, también quema, o arde, o da calor, o se consume, o es redondo, o es una bola.
No puede estar en otro lado porque todo es de color.
Siempre hay música de fondo, como un telón mental.
O empieza la música a sonar. Justo cuándo.
Todo se pone de color rojo. Que nadie pregunte, porque el color rojo es el color rojo. Color rojo: color rojo. Dícese de lo rojo y del color.
Cuando color rojo no hay palabras, hay color rojo.

II
Hay música en las manos cuando revuelven la masa para meter en el horno.
Y nos metemos entre la masa, adentro del molde, nos metemos al horno, y mientras estamos en el horno, nos movemos en la densidad espesa que se va endureciendo cada vez más y nos miramos y nos miramos y ya, no movemos, ya descansamos adentro de cada cual, y entonces la masa toma el color del chocolate y el olor.
¿Y dónde estás, a dónde has ido a parar?
Ya cuando salimos, olvidados el uno del otro, aparecemos recortados, como en departamentos, nos vemos de vuelta, nos miramos. Hasta que uno empieza a despegarse.
De una rodaja a la otra, los ojos marrones y llenos de chocolate se miran así, mientras saborean el chocolate que ha quedado por fuera.

Apurados hacemos fuerza para delante y para atrás, menea para aquí menea para allá.

Nos despegamos.
Nos sacamos los restos. 

Salidos de la matrixmasa se ríen los dos.
Uno le da algo, el otro le da algo.