miércoles, 24 de febrero de 2016

CORRER



Eran las diez y veintiuno, pero ahora son y veintiséis.
Las ventanas están abiertas porque sigue el verano. Estamos en marzo. Recién empezando. Hay desconcierto, no se sabe si era mejor antes o si después. Lo que se sabe es que así no era. Se huele el cambio. Se siente el frio por las mañanas. Y te das cuenta, el verano pasó. Que todo lo hermoso si quedó en fotos qué alegría y si no se perdió. Quedó tatuado en una piel que pierde su color intenso y que se recupera con tiempo extra al sol.
Don`t worry, be happy.
Cambio, no more.
Pero cambio, hoy, no es una palabra cualquiera, lo era el año pasado, lo era en otro marzo que todavía no es. Y me acordé de esto: uno es el juego entre lo que nunca cambia y lo que cambia constantemente. Ya no soy quien era después de conocerte, me pasa a mí… a todos. Pero cambio no es una palabra cualquiera, se parece a una palabra prohibida, partidaria, que marca una posición. A mí me encantaba el color amarillo. Tengo un vestido que me queda muy bien. Creía que era el color del sol y el sol del despertar, de lo nuevo, bueno o malo, mejor o peor, de lo otro que viene sin tanto o con un poco, no more. 
Decir no more es decir Charly y rock and roll. 
Las palabras son puertas de percepción. 

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