sábado, 5 de septiembre de 2015

ELENA LENTES


Ahora estoy en la cocina y entonces pienso que me llamo Elena y me acabo de inventar. Cerré los ojos para imaginar que estaba en otro lado, un lugar con mar. Los sonidos me ayudaron a creer en el paisaje.
No me acostumbro al edificio de enfrente. Es mejor de noche, mucho mejor, los espacios se vuelven más largos, algo de lo infinito atraviesa las paredes, las ventanas son mini escenarios. Algo sabido, simplemente ponerse a mirar.
Es parecido a Facebook, se ve de todo: desde la señora gordita que anda en toalla, el perro batata, las nenas bailan-hacen coreos de los hombros para abajo y le muestran a unas piernas de pantalón raya al medio con zapatos marrones mocasín. Aparece el chico que una vez hizo señales de luces.
Uso lentes con aumento de marco amarillo, pero cuando voy a la ventana me los saco, no pretendo ver del todo, a veces me pongo los auriculares. Como ahora, que vuelvo a la cocina donde están las ventanas.



Queriendo o no, cualquiera se dirige a alguien, le habla, de alguna manera. Un alguien que es y no es, mezclado con uno y el otro. También te das cuenta en Facebook.

El sentido fundamental de la mirada.


Terminé dentro de la cocina, evitando ruidos, como si fuera un baño, un sótano o un lugar así. Escondida para no ser vista.
No quise prender la luz. No quise alterar.
Afuera el viento sopla bastante y es un estímulo que colma. Busco la calma en el silencio. El modo delicado de buscar lo no áspero me hace mirar para el costado donde está la pared blanca.
La soledad.
Si te corrés demasiado nadie te llega a necesitar.

Sigo siendo Elena y ahora estoy leyendo un cuento. Las palabras música gusto, temperatura.
Dulce de leche, celeste o sol, volando el polvo que son cristales livianos, con una gravedad distinta, se ven cuando hay sol.
Un lugar simplemente es un lugar.

Soy Elena y no soy fantástica, aunque me gustaría. En verdad me gustaría estar fuera de mí para ver cómo soy, quizás me esmere por no ser fantástica porque soy tan egoísta que no quisiera, en caso de serlo, que alguien más que yo tenga el contacto con lo fantástico.
Qué pavada.
La que escribe, y me esmero por serlo, la que les cuenta de mí hace como hago yo.

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