miércoles, 15 de junio de 2016

DOS PERSONAS


La que escribe de mí ahora está quieta, sentada en un banco de la plaza que está en la esquina del edificio al que le gusta mirar. Cada vez que está sentada en la plaza la veo desde acá.
No sé qué piensa o en quién, pero mira como más allá de lo que mira. Una imagen obvia y conocida por todos.
Ahora se mira los zapatos y mueve las piernas como si se estuviera hamacando. Está pensando en otra cosa y no en los borcegos bordó que tiene puestos, aunque examina con detalle los cordones y vuelve a hacerse el moño con más perfección.
Quizás piense en lo que tiene que hacer mañana y que ella no es todo lo fantástica que le gustaría ser. Quizás piensa en las vacaciones, o tiene recuerdos de un viaje.
Sus recuerdos sugieren celeste, por los movimientos que tiene, y por el movimiento lento de su cabeza que gira como una cámara que capta de primer plano los detalles de las copas de los árboles. Mira más arriba el cielo  poniéndose  intenso y  los pájaros cantan su acentuada y última canción.
Se levanta del banco, parece que encontró qué hacer y se dirige hacia esa cosa.

NO LEER LO DE ABAJO
Ya hace frío. Alguien se acerca y son dos que hablan, no se saludan, es como si le hubiera preguntado la hora, pero no mira su muñeca ni celular, o quizá fue una calle, pero no señala. Algo liviano. Parece que se tratara de  algo liviano, a ella se le nota el frío porque se acomoda en el lugar y se auto-abraza. Él la mira, enciende su cámara y se desplaza haciendo plano, en esa dirección a esa distancia. Mira en redondo y dibuja un bumerang imaginario.
Se suenan los dedos, los dos, qué casualidad, y se empiezan a separar, siguen hablando, quizás le esté pasando su número o su dirección, o le esté hablando de un libro, aunque sería imposible ser tan neutral en gestos y ademanes.
Nada. Ya se escondió del todo el sol, o nos escondemos nosotros, entre lo que pasa y la sensación de lo que pasa, por lo visto no hay concatenación. Se van cada uno por su lado. Él tenía un paraguas de color natural, no porque lloviera, quizás es precavido, parece por lo menos, o miró un pronóstico equivocado, y se lo olvida al costado del banco, es que se había puesto las manos en los bolsillos, inquieto de no saber lo que le pasaría a sus manos si se quedaban solas con algo posible de hacer. Las guardó, para evitar dudas.
El efecto de conocer la hora o esa calle sin seña, lo dejó en la profundidad del universo, no le entraba nada más y solo podía empezar a caminar. Se dio vuelta dos veces, y a pesar de que el paraguas se mostraba como objeto externo, aparte de lo que fuera lo propio del espacio e inclusive de la naturaleza, no lo vio,  sólo la podía ver a ella que se había quedado en posición de ida y estaba estacionada mirando la luna para el costado derecho.
Ella, también veía la luna, pero además de ver la luna veía más, veía todas sus ganas puestas y muchas imágenes que pasaban adelante, como una especie de intuición, un deja-vú o el deseo de que pasara así.
ESTO SÍ
Raro, demasiado.

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