domingo, 12 de julio de 2015

VOLUNTAD ADAPTATIVA




Este lugar no es Claromecó: se le parece, lo que se escucha es igual, si cierro los ojos es mejor, porque pienso que cerca está la casa de turismo, la heladería con las hamacas que hacen vaivén, un par de cuadras y empieza el mar que tiene el mismo movimiento.
Todo es notoriamente cambiante en Claromecó, se está a salvo entonces de cualquier grieta continua o permanente, lo que se abre se cierra y quizás se  vuelva a abrir.
Pasa con los balnearios, conservan su personalidad adaptativa, como las plantas que cuando cae helada se queman y la primavera las hace volver a nacer, ¿mueren las plantas? ¿Contradicen las plantas? Una voluntad situacional las invade.
Se ve cómo el sol se esconde y sale, lo verde se pone negro, florece al rato. El mundo se reduce a un reparo una cueva un refugio o escondite entre los árboles del bosque. El sol parece recortado entre los troncos cuando avanzan los pedales. Es eso y nada más. Llegar a una parte para pegar la vuelta, ir al que vende libros y deberle para volver a pasar.
Los problemas o se disuelven o se condensan tanto, que ya nada es lo mismo si estás ahí.
Es por lo que hace sentir. El espacio existe por lo que lo llena. 
La cantidad de registros que debe haber dentro nuestro no deja de combinarse de relacionarse y de comunicarse.
Hacer por primera vez. Fresco.
Dejar que las cosas pasen y hacer que las cosas pasen o acceder o prestar atención o suspender la atención las cosas conocidas y las por conocer perseguir o simplemente ir dejarse llevar y mirar qué confiar unir y espaciar  silenciar.


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