Mi nombre es el de las
frutas. Busco las letras que más me gusten. Siempre.
A veces siempre, no es el
tiempo continuado, ni la intensidad más fuerte, a veces hay siempre de donde
no puedo salir y otros, que se desvanecen como la fruta que como, cuando elijo
mi nombre.
Me hice agua al trozar
un pomelo, me ha sabido gustar la intensidad amarga.
Ahora suelo comer cerezas.
Me gusta ver con las
persianas bajas. Solo en partes, ver pedazos, escuchar ruidos.
Me seducen las palabras
que acarician con intenciones desnudas.
Los roces cómplices, por
eso me gustan los abrazos que sospechan lenguas que no existen y aún me chupan
entera.
Ablandan mi cáscara.
Me gusta más el emerger
que el acabar.
Me gusta la sensación
planta, esa: abrir el cuerpo en donde la piel.
Gajos se despegan.
Sentir llegar, buscar con
paciencia.
Ahí.
Cuando está llegando.
No soy blanca, por
supuesto, tampoco negra.
Soy de colores, a veces
madura, fresca, soy espesa, lechosa y liviana.
Y me vuelo en chorros de
jugos que se nacen con tu fuerza, con la fuerza de las manos, y miradas, las
del borde.
Pero como ahora cereza, me
voy por las bocas que caminan por verdulerías, calles y por los de mí sola,
cuando el brazo me toca en donde más se pierde, y el brazo, y mis manos, y
agua, y caminar y mirar, y ahora, y antes, y después, y todo junto y.
La consecuencia se pierde
del diccionario.
Lo que encuentro, dibujos de cosas que pasan por otro lugar que no éste y
ninguno que podamos: Un Carrusel Brillante y Blanco Galopa por el cielo.
Estoy un poco, a veces
llena de jugo.
Y es, como uno de esos es; qué es, es rasguñar una tela y pasar y es frío y no, calor y si, y más
acá.
Y risas. Muchas risas. Y
volver acá. Y de vuelta allá.
(Y te está pasando y es
muy denso en el borde de).
-Me ta mor fo sis-
DE.
De dado o de día.
Gustos de fruta.
Un mordisco de algo rico,
dulce que seguro te empieza, ya te está por gustar y cuando estás tragando.