lunes, 26 de diciembre de 2016

NAVIDAD 2016



Sol tibio que salió, sí sí! Acá mismito
Hágale que soy que algo doy
Primavera. Literalmente, loco
Y si pinta así
Así es como mejor puedo verte
Deformarte
Marte está de fiesta
Risa de muerto
Acomodate en la jaula, papu.
Y su mirada esquiva ambos glúteos
Mirada que mira una futura historia.




(composición hecha a finales del festejo de la navidad de 2016 en tres arroyos, en la casona, entre desconocidos conociéndonos y conocidos reconociéndose. es el juego que hicimos.
fuimos felices de estar juntos, cada uno de nosotros exploró alguna reacción, supongo, no lo puedo asegurar)

jueves, 8 de diciembre de 2016

DEL LIBRO DE MARÍA NARANJA




 ACOTACIONES DE LAS ÁCIDAS

“Me visto de nombres para escribir piel. Me tatúo las letras y las vuelvo a escupir.”[1]

Sabe a delicada y no.
Como sacarse un moco.
Como escuchar una canción que vuelve inacabablemente al mismo lugar. Depende enteramente de su voluntad y no.
Se eleva. Se mueve.
El desafío a la vergüenza.

“Te aguantás hasta.”[2]

Así María Naranja según.
Goza al mirar de afuera la intersección de tramas, le gustan más las que la sostienen de algún lado, sino irse es el verbo, se trama un agujero y cae, si le gusta es porque hay plumas, si le encanta es porque abajo, una cama elástica. 
Le gusta sí. Ya no es irse.
Sus pies se untan de recuerdos y sabores. Viciosa. Sí.
Enterada de ojos abiertos y cerrados.
Sí.
Cada vez: olvida fácil. Encuentra primeras veces.
Dicen, le dicen, que sufre de una enfermedad que se denomina con un no en la punta. Se ríe, se hace la preocupada.
A la inhibición popular le hace el gesto de adoración, adoración, les pronuncia amen. Y. Y.  Burlona.
Noche.

“En un mes en donde tenía el pelo suelto y gustaba de andar mirando bocas. Donde estaba a punto de cortármelo, bien antes de.”[3]

Le latió un día de largos colchones, de lejos, y de frío, de algunos ratos. De baños, de no se acuerda si el segundo. Así, bueno… no tan.
Las maneras de hacerse mujer le atraen, las maneras.
Le encantan los mundos.
Y cuando se van, se queda sola, se le rompen los espejos y no sabe dónde está. Le sale bañarse de vez en cuando, si escucha que se prendió el agua del baño. Toma té, si la pava empieza a sonar.
Cuando hay pisadas de barro en la entrada, ruidos de puertas, cuando se rompen platos, se da cuenta que llegó. Como llegando tarde, y no.
Cuando habla. Pocas voces, sólo gritos o grandes exclamaciones.
Nunca sabe si el agua es, ¿tristeza o alegría? Ya no distingue. Vive.
Le gusta enredarse más que mirar vidrieras.
Le gustan los que se esconden y los que buscan la humedad.
Así Naranja Amarga, la de la calle, la que crece en la vereda de la chica que tiene los ojos torcidos y se pasa el día en el auto de su padre.
El padre de la chica de los ojos torcidos, un tipo prolijo, con la misma ropa de un siempre que recuerda como una foto.
La mujer del padre de la chica de los ojos torcidos, versátil, color en el pelo y peinados para arriba.

“Se los ve tranquilos, a mi gusto demasiado.”[4]

Al lado hay un viejo que vende pieles y se molesta cuando lijan un suelo que no es suyo.
No es suyo.
Revoluciona.
Así Naranja Sangre, roja opaco. Sangre que convulsiona y propulsa.
Así Naranja toma un hacha y un día por la madrugada rompe con furia la vereda del viejo.
Así lo piensa y lo transita.
Más vale, le sale irse lejos y esquivar miradas.
Le genera quietud el enojo. Le quita ganas, a veces y muchas se hace.
Cuando le late: por miedo.
Juego a ser.
Las manos, animales que quieren escaparse.
Cuando salen.
Cuando pulsa.
Cuando lujuria.













[1] En la clase de cerámica. Mesa violeta, candelabros rojos.
[2] Irrumpe María Naranja en el bar de la esquina.
[3] Timbres suenan sonando.
[4] Susurro en secreto a zeréP (Identidad protegida) en Alpiste.