ACOTACIONES DE LAS ÁCIDAS
“Me visto de nombres para escribir piel. Me tatúo las letras
y las vuelvo a escupir.”
[1]
Sabe a delicada y no.
Como sacarse un moco.
Como escuchar una canción que vuelve inacabablemente al
mismo lugar. Depende enteramente de su voluntad y no.
Se eleva. Se mueve.
El desafío a la vergüenza.
Así María Naranja según.
Goza al mirar de afuera la intersección de tramas, le gustan
más las que la sostienen de algún lado, sino irse es el verbo, se trama un
agujero y cae, si le gusta es porque hay plumas, si le encanta es porque abajo,
una cama elástica.
Le gusta sí. Ya no es irse.
Sus pies se untan de recuerdos y sabores. Viciosa. Sí.
Enterada de ojos abiertos y cerrados.
Sí.
Cada vez: olvida fácil. Encuentra primeras veces.
Dicen, le dicen, que sufre de una enfermedad que se denomina
con un no en la punta. Se ríe, se hace la preocupada.
A la inhibición popular le hace el gesto de adoración,
adoración, les pronuncia amen. Y. Y. Burlona.
Noche.
“En un mes en donde tenía el pelo suelto y gustaba de andar
mirando bocas. Donde estaba a punto de cortármelo, bien antes de.”
[3]
Le latió un día de largos colchones, de lejos, y de frío, de
algunos ratos. De baños, de no se acuerda si el segundo. Así, bueno… no tan.
Las maneras de hacerse mujer le atraen, las maneras.
Le encantan los mundos.
Y cuando se van, se queda sola, se le rompen los espejos y
no sabe dónde está. Le sale bañarse de vez en cuando, si escucha que se prendió
el agua del baño. Toma té, si la pava empieza a sonar.
Cuando hay pisadas de barro en la entrada, ruidos de
puertas, cuando se rompen platos, se da cuenta que llegó. Como llegando tarde,
y no.
Cuando habla. Pocas voces, sólo gritos o grandes
exclamaciones.
Nunca sabe si el agua es, ¿tristeza o alegría? Ya no
distingue. Vive.
Le gusta enredarse más que mirar vidrieras.
Le gustan los que se esconden y los que buscan la humedad.
Así Naranja Amarga, la de la calle, la que crece en la
vereda de la chica que tiene los ojos torcidos y se pasa el día en el auto de
su padre.
El padre de la chica de los ojos torcidos, un tipo prolijo,
con la misma ropa de un siempre que recuerda como una foto.
La mujer del padre de la chica de los ojos torcidos,
versátil, color en el pelo y peinados para arriba.
“Se los ve tranquilos, a mi gusto demasiado.”
[4]
Al lado hay un viejo que vende pieles y se molesta cuando
lijan un suelo que no es suyo.
No es suyo.
Revoluciona.
Así Naranja Sangre, roja opaco. Sangre que convulsiona y
propulsa.
Así Naranja toma un hacha y un día por la madrugada rompe
con furia la vereda del viejo.
Así lo piensa y lo transita.
Más vale, le sale irse lejos y esquivar miradas.
Le genera quietud el enojo. Le quita ganas, a veces y muchas
se hace.
Cuando le late: por miedo.
Juego a ser.
Las manos, animales que quieren escaparse.
Cuando salen.
Cuando pulsa.
Cuando lujuria.
[1] En la clase de
cerámica. Mesa violeta, candelabros rojos.
[2] Irrumpe María
Naranja en el bar de la esquina.
[3] Timbres suenan
sonando.
[4] Susurro en secreto a
zeréP (Identidad protegida) en Alpiste.