martes, 24 de noviembre de 2015

INTIMIDADETERNIDAD








Giró la perilla para liquidar el fuego.

-¿Cómo vivís la intimidad? Sí, conmigo te pregunto.

Preguntó.
Quería saber cómo se sentía estar con ella sola.  
Se le había corrido el pelo, y volvió a ponerlo donde estaba, una cortina que le hacía tenue la pregunta, suave rock and roll.
Entonces le volvió a preguntar.
Él la miró, la miró de lejos, la miró de cerca, le miró las manos, le miró el lunar del cuello. Le acarició los bordes, le delineó los ojos y las orejas.
Mientras ella respiraba, rápido     ligero.
Ya había buscado la jarra con agua.
Entonces se sentó y lo miró. Se rió al verlo.
Le gustaba tanto el silencio, que se despejó la cara y se corrió las cortinas para verlo mejor.
Se paró, se sacó las medias y abrió la ventana.
Era al medio día. Se acordó de una película, de la escena, de la hora cúlmine[1] de esplendor[2], el medio día.
Y después de un rato bajó las persianas, cerró la ventana y se acostaron. Uno al lado del otro.
Lejos, para acostumbrarse a verse primero. Se abrazaron imaginariamente y se acercaron también.
Después se miraron con los ojos cerrados y volvieron a despertar.
Ella había soñado y ya quería hacer algo.
Él, cuando se levantó fue para dibujar los planos de una nueva casa que se le había ocurrido en el momento del medio especial dormir despertar.
Sentía que el invento y las líneas tenían que ver con ella, con la aparición de la pregunta o con ella, o con cualquier cosa.
Ella lo miró y le dio un pedazo de sandía, la parte del corazón, roja y jugosa y llena de agua.
Le había sacado las semillas, la cáscara, estaba lista para ser comida.
Mientras tragaba le tocó a él, le tocó la pregunta.
-¿Y vos qué decís? ¿Cómo vivís la intimidad cuando estoy, estás, estamos?
Ahora le tocaba a ella el silencio. Entonces buscó canciones para decirle. Bailaba lento, bien lento.
Ella se veía agradecida, sin decir nada, seguía tomando agua.
Parecía que le pasaba lo mismo con la misma pregunta, o ella se volvía como yo, o yo como ella, o yo como él.
Lo mismo.




[1]Llegar al punto más alto, de mayor intensidad, grandeza o calidad.
[2]Apogeo, cualidad de la persona o cosa que ha alcanzado su máximo desarrollo o su máxima perfección. Resplandor, brillo.